El único triunfe posible
es el del espirita Lo
demás, i« oana aparien-
cia qmm tornará algún día
al lodo . —
JUAN B. SILVA VILA
EL ARRIERO
DEL SOL
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POEMAS
Editorial LIBERTAD
Montavldoo (Uruguay)
1337
Arriero del sol
P ARA encontrar la ruta
llevaré el sol delante
de la lanza del hombro.
Como pájaro brujo
canta ya el horizonte
en el viento guitarra.
La noche me acompaña,
como una amiga inmensa
que despido en el alba.
7
El gallo picotea
la seda del silencio
que se tiende en el llano.
Tiñe rosas tan finas
el cielo, que parecen
como un color en vuelo.
El rumor de la au$Éra
zumba abejas lejanas
en colmenas del aire.
Para el fragor del día,
como una lanza el hombro
que siempre estará pronto.
Muro de hierro, muro
y hasta ametralladora
y también cristal puro
es mi hombro desnudo
que lleva e^Sol delante
para encender la ruta
con sus hachones rubios.
8
La luz en la arcilla
4
E N el paisaje,
un color me ha mirado
mas que otros
y huyó pronto
hacia la multitud del horizonte.
Demasiado espléndido
para la mano torpe.
Mis dedos
lo hubieran rotó ^
como cae tu nombre
bajo el hacha de mi voz.
9
Mi carne es áspera,
crecida en tierra ;
el color es suave,
crecido en cielo.
Busco el engarce humano
para que brille entre los dedos
cual sortija descendida.
Unica cifra es el color que mira.
Si la alcanzo,
como una alforja
se abrirá mi vida
y los sueños,
volarán como pájaros
de adentro. . .*
Toda una juventud inquieta
aguarda el día
gris, blanco o amarillo,
azul, rojo o vioüta,
para tender los ojos
hasta el límite... .
10
Morirá la orilla,
el muro y el camino
y jugarán
las manos jubilosas
con las rosas de acero
del destino.
Sinfonía de tu nombre
ANHELO hondo de apresar un día
el canto fragoroso de los ríos,
los clarines de vientos sin amarras,
los gritos de las aguas en las rocas,
las voces de las selvas y montañas,
los violines de pájaros salvajes,
la orquesta del océano encrespado,
el alarido de diez mil cascadas,
el clamor de raíces que no pue<ftn
romper la tierra para dar el árbol,
las quejas de las madres, retorcidas
en la angustia del hijo que se espera,
13
el canto rojo de los fuegos ásperos
lamiendo la pared de los volcanes,
la oración de la novia que se aferra
al madero oloroso de esperanzas,
el rumor que los hombres desconocen
de los astros que giran en sus órbitas
y después de apretar todos los cantos
y emocionar mi corazón de hombre
enjoyaré los únicos silencios
para la sinfonía de tu nombre.
Mi juventud, ebria de
naturaleza
H ICE curvar la flecha de los vientos
cuando arribaron a mi pecho
y en las riberas de los muslos
tuve del agua hasta el clamor deshecho.
Anochecí en la isla de mis sueños
embanderado en las auroras vírgenes.
Tuve la sensación del mediodía
cuando tiré hacia el sol las cien raíces.
Y oí pulir el grito de los días
en la piedra del tiempo
y suavicé mi amor porque era tosco
para alcanzar la seda de tu cielo.
15
Al exprimir tus años como frutas,
Se fueron hasta el río los recuerdos
y se quedó contigo mi esperanza
pensando en el pañuelo de los puertos.
El corazón, ahora está escuchando
esa música inmensa
que puso en el silencio de tu carne
la campana de bronce de mi siembra.
16
Realidad de un sueño
E L alma de los astros
enjoyará mi carne
como una enorme lágrima
sobre una ojera azul.
Todos los horizontes
que vienen a mis ojos,
aumentarán sus formas
para caber en mí
y las aguas celestes
de los mares del cielo,
bajarán a mi boca
para aplacar la sed.
17
Cansadas de ambular
en cielo, tierra y mar,
llegarán hasta mi
las lejanías,
exprimiendo las frutas
de sus colores
para darme los zumos
de la distancia.
Desbordado y vibrante,
de horizontes ceñido,
tendré el pulso del instante
y todo el universo me dará su latido.
De luces esmaltadas
en un cósmico rito,
el ancla de los sueños
arrojarán mis alas
hacia el claro paisaje
del infinito.
18
Amanecer
Madrugada...
El aire abre los poros de mi cuerpo
y por ellos penetra
el perfume del amanecer.
La madrugada tiene, un ruido lejano
que nadie sabe de donde viene.
Es la copla del silencio,
apagada cuando la luz colora los objetos;
el rumor de los horizontes,
amantes de la noche,
abandonados en la aurora.
19
El sol envía su vanguardia blanca
que hace palidecer el cielo,
despliega su abanico de colores
y aparece en forma de herradura,
puerta de oro por la que pasa el día . . .
Madrugada . . .
auroras abanicadas de luces y sombras;
canto de pájaros desconocidos,
músicos bohemios de todas las tierras ;
frescura de rocío sobre los pastos verdes ;
hombres -y animales que andan despacio
para no quebrar el sueño de los paisajes . . .
Llegan los pájaros
por el camino de los árboles
y su fina canción de mil violines
acalla el son del viento
que lleva hacia la pampa
sus vibrantes mastines
en una imaginaria cacería . . .
Madrugada . . .
la luz juega en el aire
con ritmo vacilante
20
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21
Canción que no pudo
ser para ti
C 0M0 el mundo en loa ojos,
todo cabe en un verso.
Sin embargo, yo espero
la canción para tí ya tan soñada
que no puedo,
traducir en palabras
ni en sonidos
y que a veces, el viento
lleva como una flauta
en sus labios
que besan los caminos.
Soy como un caracol
para el mas tenue son del mar.
23
Antena viva para el rumor
de la ciudad.
Y en el silencio
muro de la soledad,
todas mis voces se apagan
cuando te las quiero dar.
Si no fueras,
el instrumento humano
por el que clama la magnolia
y la música verde
para el violín del árbol,
el grito y el susurro,
el gemido y el júbilo
estarían conmigo para el canto.
*
24
Alucinación
Los dedos del sol
se recrean en las montañas.
Crece la luz en los abismos
inundando paisajes averiados de sombra.
El tiempo cae en gotas de silencio rubio
formando un lago de oro
en el cauce de las simas.
Los abismos en mediodías plenos,
semejan enormes bóvedas al revés,
vasos de tierra en cuyas bocas
con sed de cielo,
se quiebra el potente grito del sol.
25
En los abismos,
nadie produce ruidos pero se escuchan.
Efectos que han perdido sus causas.
El silencio canta una copla extraña
que no llega al oído pero que se oye,
y las simas se pueblan de ecos.
La soledad pinta las montañas
mientras las voces
se elevan en otros mundos.
El miedo corre por la carne del hombre
y suena adentro.
Somos pedazos de angustias
y el horror nos golpea las sienes
con sus nudillos polares.
Los dientes mascan el pánico
que no cabe en el pasillo
de las gargantas . . .
Cuando la noche se abre
como una flor inmensa,
el tiempo cae en gotas de silencio negro,
como si las manos de las montañas
exprimieran
las frutas agrias de las sombras.
Se pulsa en I09 abismos,
el mismo vértigo que en las alturas.
En sentido contrario.
Tenemos miedo de pisar,
miedo de que cicatricen
las heridas de la tierra
y nos dejen horizontes
de arcilla y roca en los ojos.
Mi luz hizo hueco en tu sombra
y se acurrucó en ella
como el mendigo en la puerta.
No anhelaban tus noches las estrellas
porque penetran en la piel negra.
Hacía tiempo que no usabas los ojos
porque tu sombra
daba un mismo color a las cosas
rescatadas por mi luz rápida.
Te habías olvidado de la distancia
porque las lejanías en tus ojos estaban.
La noche era tu claridad
y dabas forma caprichosa
y colores caprichosos
a los seres y a las cosas.
27
Ahora,
que mi luz hizo hueco en tu sombra,
recuperaste los sentidos del júbilo,
cinco fragancias nuevas
para mi ansiedad.
Sin sombra, sin reposo, sin custodia,
he bajado a los pozos abismales
que me dieron el choque eléctrico
de la locura,
mirada larga para llegar a Dios.
Y desde entonces, en mis oídos viaja
pájaro alucinado,
la música que se escucha
solamente en el límite.
28
Sequía
E L pasto seco se quiebra
y el viento, lejos lo lleva.
Es una llama amarilla
que clama desde la tierra
a la celeste colina.
Hasta el olor del ambiente
va pregonando tequia.
Se abre la parda corteza
en unas finas heridas
y los árboles pelados,
29
sin el río de la savia,
semejan metalizados
brazos que llaman el agua.
Hay una sed en el campo,
que no la siento en la boca
y alucinados y locos,
animales, hombres, cosas,
se miran y sólo ven
un millón de lenguas rotas.
Ganas de tener la mano
grande, donde quepa el cielo,
para bajarlo a los labios
y beberlo en sorbo inmenso.
30
Música
Los clarines estaban
silenciosos en mi corazón.
Los ojos perdidos en la lejanía,
no jpraían la esperada canción.
Mi voz indígena
es el viento, cortado
tn los filos de la cordillera.
Mi carne es el centro de la música
que está limpiándose en el sol.
31
Tengo e] ritmo de los ríos
en mis venas crecidas por tu amor
y de mi boca mojada de palabras
que nadie labró
espero el canto sin fronteras
como una liberación.
Los clarines ya despiertan,
claman en el corazón.
Veo en la costa del alba
friso de la multitud,
perfil de desolación.
Apúrate, sangre mía,
no tardes, que ya me voy
para el viaje sin retomo
en ferrocarril del sol.
Viento mió
. M I viento es látigo
en el flanco de la montaña
y cuchillo en la vaina de la cordillera
y guitarra en las hojas anchas
de los árboles en la pradera.
Mi viento es aliento salando
de los océanos que atenazan América
y golpean con la mano de las espumas
el pecho de las rocas enhiestas.
33
Mi viento es la música bohemia
que se duerme en la noche
apagadora de los colores
y tiene en las auroras
el grito hondo del regreso.
Mi viento sopla
hacia el centro de la tierra
para sembrar las anclas;
paralelo a la tierra,
hermano- de la flor, del árbol
y del agua
y salta hacia los cielos
en un vuelo celeste de esperanza;
mi viento corre hacia las lejanías,
hacia las profundidas
hacia todos los astros . . .
El hombre cósmico ha de surgir un día
como raíz desde la gleba esclava,
forjado de infinito y pintado de cielos
y agitará su estirpe entre mis alas.
34
Mi corazón, recogedor
de música
Mi corazón escucha
la música de la selva . . .
Inmensa voz de los vientos
que hacen bronces al andar
por la tierra, cielo y mar.
Voz con ecos, de los ríos
que dan color al paisaje
de los perfiles bravios.
Voz de violín de los pájaros
pintados de amanecer,
con plumas que se codician
igual que a bella mujer.
Voz de sol, que no Se oye
35
y canta fuerte en las venas.
Voz del animal salvaje,
primitiva voz violenta.
Voz de los árboles anchos
abrazados en sus crenchas,
con la corteza inmutable
mientras las savias revientan.
Voz de polícromas piedras
que saben de hachas y fuegos
cuando en los toldos indígenas
se calentaban los cuerpos.
Voz de la tierra profunda
que nos da el pan de las siembras
y que es la madre ancha
de los hijos de la selva.
Voz sencilla y perfumada
de las lluvias andariegas
con un hondo olor a hembra. . .
Cuando no puedo dar el son de adentro
que muere en la garganta,
es porque siento en mí toda la selva
que en la guitarra de mi carne canta.
36
Hondura
E STOY frente a mí mismo
y estoy frente a la vida.
Mis fuerzas están divididas.
Unas quieren romper
la superficie de mi piel
y moverse en un cuerpo distinto
y otras buscan llegar a mi centro.
Fuerzas que quieren salir de mi,
fuerzas que ansian hundirse
cada vez más en mí.
Más allá de mi piel
37
todo parece de cristal.
Más acá de la piel
todo es trascendental.
El hombre tiene dentro
caminos ignorados y profundos.
Su destino es manar música honda
y el eco darlo al mundo.
88
Mujer
Una noche lo hallaste como estrella,
raíz que venías en busca de mi árbol
por los caminos hondos de la tierra.
Te vió venir haciendo terrones
en la masa compacta.
La tierra retenía tus manos
que acariciaban con la fragancia.
Tu fuerte anhelo de partir
fué una conquista de mis ojos
39
y en una marcha victoriosa
caminaste hacia mi árbol
que no había florecido.
En la casa vegetal, fueron tuyos
el color y la luz, dueños
del secreto de los paisajes.
Venías del mundo de las tinieblas
y te di un puñado de claridades,
raíz que llegabas en busca de mí árbol
por los caminos hondos de la tierra.
Por la antena del astro ya escuchamos
la voz del infinito, limpia y clara,
que baja hasta el metal más escondido
por la escala doliente de una lágrima.
40
Junto al mar
E N la arena, donde el agua tiembla y ríe,
apareces con tu elástico ambular.
Imagino que en la tierra alguien te envíe
reina en bronce, para darle celo al mar.
Urges siempre con tu paso de armonía,
bailarines ojos de hombres, con destellos
ilusorios y que aguardan llegue el día
luminoso en que tu amor se mire en ellos
41
Leve seda recortada en blanco aleve
ata y ciñe tu morena carne en flor;
sol que en copa azul del cielo ávido bebe,
filma todos tus encantos con amor
e indeciso en el afán contemplativo,
roja boca, pelo, muslos, senos, sien
goza hondo y en su engarce de oro vivo,
gema ebúrnea,
al ritmo danzas de tu elástico vaivén . . .
42
Cinco cantos de despedida a
Horacio Quiroga
Poema recitado por su autor a la una de la
madrugada, en Salto, frente a la s ceniza» de
Horacio Quiroga guardada» en un tronco de
algarrobo .
1
HlJO de Salto, está aquí de nuevo
junto a tu pueblo
que se ha vuelto friso
para elevar tu estatua
en un canto definitivo.
Ya estás aquí otra vez,
en esta tierra,
la primera que tocaron tus dedos
y que te vió crecer como al naranjo
que perfumó tu cuerpo;
la que tus ojos siempre retuvieron,
como horizonte que se ve a los lejos
43
y que encierra el recuerdo,
como caja de sándalo un secreto.
2
Quiso Horacio Quiroga,
la tierra junto al árbol
viril de las Misiones,
de esos que morirían en los pueblos.
Fué el amante más macho
que tuvo nuestra selva,
a la que enamoré, enamorándose
y a la que cautivara hasta en la ausencia.
Quiso la tierra roja
que floreció en las manos del jesuíta
y que le dió su trópico y sus ruinas
cuando llegó Quiroga
con el sueño febril de transformarla
en un bello prodigio de cultivos.
Loca quimera
que le dió como un hijo el desencanto
pero no le agostó la primavera.
3
Hundido allá en la selva
y con la soledad por compañera,
pasó la vida hallando la armonía
44
que desde la raíz va hacia la estrella.
Centauro para el llano,
remero en la piragua silenciosa
que labraron sus manos de ebanista
y domador de la motocicleta
que trepidó en la jungla misionera
sobre la herida de la roja senda.
Hundido allá en la selva,
aspirando el aroma de los cedros
y el penetrante olor de los inciensos,
coleccionaba cueros de las víboras,
dominaba las fieras y encantaba serpientes;
pulsador de la marcha del arácnido,
vió crecer a las lianas trepadoras
mientras rasgaba el ámbito amarillo
un par de guacamayos
y el yacaré lucía por el río
sus cartones de un verde sin pasado.
4
AJzó los hombros, hasta el árbol más alto
y deslizó los brazos por el tronco más ancho
y sus ojos grabaron para siempre
la yararacusú y el cascarudo
en tenaz estadística selvática
que después transformaba
en ritmo alucinante,
45
donde el paisaje que perdió el secreto
con pasión lo buscaba
y que encierra Anaconda como una cifra mágica.
S
Salto no te dará la tierra roja
pedida un día para tu ceniza,
bajo el rumor del mar de aquella selva
que se prendió en tu barba renegrida.
Descansarás cerca del río elástico,
lejos de las ciudades que no amaste,
porque el campo te dió todas sus alas
que no pueden plegarse. *
Te espera el Salto Grande
en soledad de rocas y cristales.
Allí tendrás el monte,
camino de los pájaros
y tu ceniza nutrirá la gleba
que hará posible toda la sonrisa
de la flor del naranjo.
Tendrás, como un asombro, la cascada,
que es la ametralladora del paisaje
del río de los pájaros pintados,
qué acalla toda voz que se le acerca
porque sólo el silencio es compañero
de la orquesta que clama en sinfonías
la canción más antigua
que arrollará tu polvo volandero.
46
i ^ **■'
Inmigrantes
i
V IENEN iluminados
por el claro paisaje del mar,
en la busca apremiante
de un destino mejor,
de una tierra para trabajar,
de un ambiente con algo de amor.
Se desgajaron un día
del tronco ya secular,
donde muere una cultura
con miseria y amargor.
Será largo su peregrinar,
* en jornadas de sol y sudor.
47
Las costas prometidas
en silencio los vieron pasar,
fugaces y hacinados
en la tercera del vapor.
Los saludaron con el palmar
cuando cruzaban el ecuador.
Avanzan sin fatiga
porque es inútil regresar.
La patria es la tragedia
del hambre devorador.
En la maleta llevan el hogar
y el pasado no tiene color.
Las pupilas del que emigra
no se cansan de soñar
y cincelan la esperanza
como joya de valor.
Allá aprendieron a esperar
que la semilla dé la flor.
El destino los agrupa
en un rincón del rey del mar,
uniformados de pobreza,
aguijoneados de dolor.
La ausencia anida en el mirar
que ya olvidó su resplandor.
48
AhiUiirw m tartana.
9 ¡Uk $0 d ftfr*
7 «I ftrtaro «a wsA crf raada
M karteoate d* crataJ
t
Qw •! «atrajon» n>|»
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pa *1 air» dal ikftmo
•abré parificar
En rata t Jarra ¿omra
miímAí f uwbfiá,
dandi te nua eóamica
a» forjar* aifltia día
coa iu|n d* !n»!*raata*
f «atatoa/VM prrfUaa.
can te aaataacia axila
49
y el ímpetu del mar,
miremos que el extraño
tenga acentos viriles
y la mujer que venga
la entraña para amar.
Ya llegará una tarde,
desolada y sombría,
que el nuevo continente
cual vaso ha de colmar
y vivamos la angustia
que otros sufren hoy día
mientras tiran los sueños
de la borda a la mar.
Que en la gran isla parda
las voces más extrañas
se aclaren en la lengua
de todas las Españas.
50
Verde
El color de tus ojos, con un adiós me muerde,
porque las despedidas tienen el tono verde
de las algas marinas en que el pintor se pierde.
Me dirás que es mentira tu fuga alguna tarde
y que el amor sin término, en tus pupilas arde.
Si lo afirmas con toda la gracia de tu estampa
y con el alma pura y la traición deshecha,
yo sé que alguna tarde me volteará la trampa
que en ese lago verde de tu mirar me acecha.
En tus ojos ya gozan con mi destino anclado
por tus algas marinas o en tu campo mojado.
51
El que te hay» mirado, nunca sabrá,. el vestido
que lleva* a tu euerpo como una luz, ceñido.
Los colore* ee apagan cuando están a tu lado
y una túniea verde, de un verde sin pasado
cae desde tu* ojo*, como río embrujado.
Raíz y estrella
A ‘ \ J HCItt. t*io f tMTTt,
rív* l>m> y rmkes *ia ttnaiao.
d«iuz haneedo poste el too
r dAAj» tsatetmel. ecieete reele;
Mtrvíéi cerne eltse flotee
y (*4ru qet te cayeres;
pé>*rae oteado han
y Arbolee ¿ai mneaterto
«prjce par» lee moeru*.
fértil te turbio* 4* oleida*
y «t dtrtdid de a tarte ,
sis espermas a.
presencias tan inconstantes
que buscan la despedida;
manos que nunca vivieron
en la luz de una caricia
y vagan tan solitarias
como joyas de ceniza;
huracán que burla proas
y que penetra en loa puertos
como fantásticas naves,
con sólo tripulaciones
de pájaros marineros;
brisa nocturna, camino
de un perfume de pañuelo;
plenitud solar que cae,
grito rubio entre los cerros;
guitarra para una noche
en que temblando los dedos,
sólo apreten los puñales
en un solemne rasgueo. . .
Desde la raíz más honda
hasta la estrella cimera,
reina la carne del hombre,
instintos que a veces sueñan,
ala y sangre, cielo y tierra.
54
Cantares
N I en la tierra ni en el mar
existen hondos silencios,
ha de florecer mi canto
en las orillas del viento.
Hay sendero de colores
más allá de nuestro intento,
no hay vestigio de mis huellas,
hay tatuaje de los sueños.
En el cofre de los ríos
he guardado mi secreto,
todas las costas lo saben
menos tu muslo moreno.
55
Para tus ojos desnudos
voy desplegando paisajes
y amorralo lejanías
como pájaros salvajes*
El misterio de las savias
lo sabré cuando en tu orilla,
choquen todas mis piraguas
que reman pagsyas indias.
Desataré los lebreles
que morderán las estrellas
y me hundiré para siempre
en la noche de tus trenzas.
56
Espejo
EsPEJO que sostienes mi mirada,
qué afán persignes, si no podrás robármela,
si quedarás sin ella, cuando mi rostro viaje
por calles desoladas
donde planta el misterio callados y altos árboles
con los que se tropieza a cada instante
y miran sin distancia?
Condenado a entregar aquella imagen
que se proyecte en tí, bella o macabra,
sólo en tu faz se conocieron muchos
y vuelven a mirarte temerosos
de perderse otra vez en senda trágica.
57
Ya llegará el momento
para que te suicides, loco espejo,
cuando el hombre sólo mire hacia dentro
y no registres mas que los contornos;
cuando adquiera la vida, ritmo de curvas verdes
y cual pájaro manso, el infinito
cautivo dance entre los párpados.
Llorarán los colores en una fiesta blanca
y trizados espejos en la tierra caliente
harán caer estrellas de la frente del cielo.
Y no podrás, espejo, jugar con mis perfiles.
Estaré inmóvil como el árbol,
que deja pasar el viento;
ciego como la piedra de espaldas al camino.
Recién entonces viajaré como nunca,
miraré tanto, tanto,
que la luz será esclava de mis ojos
y la desplegaré, tremolando en el alba
sobre el caído mástil de los montes.
58
Plenitud
L OS vientos del Atlántico,
me pulieron con salada canción
y en los ásperos caminos
fui tatuado por el sol.
Raíces primitivas, jóvenes y nudosas
me sujetaron a la tierra honda.
Crecí como los pájaros, cantando
a la sombra de los árboles anchos
en los días cálidos;
y al sol el bronce nuevo de mi cuerpo
en las mañanas ágiles de invierno.
59
Con caballos ariscos,
me aventuré a la cumbre de los cerros
que fueron pedestal para mi estatua
de hombre que tiene los sentidos plenos.
Desnudo anduve en las orillas
de los ríos salvajes de mi tierra
y al cabo de nadar con brío joven
y gozar de las aguas transparentes,
vi quebrarse hasta el sol
sobre los músculos, elásticos y fuertes.
He dormido la siesta,
comiendo las pitangas ardorosas
y en el grave silencio de la selva,
libre y pujante, corazón gozoso,
sentí crecer en mí, la savia ardiente
de los estíos mozos
Tengo los labios fuertes y quemados,
cálidos y ambiciosos,
y las manos propicias al abrazo
y los ojos inquietos de paisajes
y profunda la voz;
y al embriagarme con el vino puro
de la naturaleza
soy como un inca adorador del sol.
60
Y al hundirse los años en el cuerpo
hasta dejarlo como un arco tenso,
se desgajan los cantos en mi boca,
empujados de adentro
por un llamado cósmico que endiosa,
la piedra, río y árbol,
la aurora, tierra y pájaro
y el corazón humano
bajo el signo armonioso de los astros.
61
Sonetos
Ascensión
S IENTO la primavera dentro mío
como júbilo hondo que enardece
y mis venas semejan un gran río
que hacia los cielos su pupila crece.
En el ritmo marino de las tuyas
la canción de la vida es como un barco,
con la duda tremenda de encontrarse
en el puerto o en un acantilado.
Plenamente, los dos juntos marchamos
enjoyando en amor, locas jornadas
sin saber hacia donde encaminamos
65
el trazo inquieto de fugaces huellas,
y una tarde en las venas asediadas
la sangre nuestra irá hacia las estrellas.
La luna
D ISFRUTABA «n la ventana, de la paz del barrio
[quedo,
una noche sin estrellas, empolvada por la luna
y el silencio era tan grande que llegué a sentir el miedo
de la muerte en mi contorno donde todo era una duna.
Los brillantes resplandores de la luna lastimaban
mis pupilas que anhelaban un descanso penumbral,
y el fulgor de sus destellos que en mi rostro se posaban
engarzaban en la sombra mi perfil de cera y sal.
Voy huyendo de la luna y la luna me persigue,
ojo blanco, sin pestañas, me conmueve su mirar.
Ya *e marcha y mi paisaje es azul, azul de mar;
67
cierro entonces la ventana, su carrera siempre sigue,
se refleja en los cristales, profundiza la emoción
y penetra hasta mi alma como un mágico ladrón.
Los potros
V IOLENTO empuje del tropel bravio
en la llanura desolada y ancha,
atajada en la marcha por un río
que en el paisaje es la celeste mancha.
Bajo la luz del sol, en pleno estío
la tarde quema todos los colores;
en el ambiente hay esmaltado brío
y esmeralda culebra en los alcores.
Nadie juzga y ordena el albedrío
de los potros indómitos y fieros
que en el llano hacen punta al señorío;
69
y en su vida libérrima, el aliento
se multiplica en locos entreveros
y esclavo lucen en la cola el viento.
70
Armonía
Es la mañana una gran copa de oro
y el cielo, vino azul que se derrama;
los árboles elevan comp un coro
su carne verde que en el viento es llama.
Recoge el valle el ímpetu sonoro
del salvaje tropel que lo proclama,
brilla en el sol el pelo de aquel moro
y triunfa el toro que a lo lejos brama.
Con sus trinos, un pájaro nos llama
y la sombra del árbol nos invita
en el encantamiento de una cita;
71
mientras la sangre por adentro clama,
vibra el paisaje en una vidalita
y crece el alma en música infinita
72
Piel
V AS mordiendo los sueños que el destino
puso en tu cielo como ruiseñores;
tu pico mojas en el dulce vino
recogido en la vid de los amores.
Tu tienes el secreto del camino
y la barca en el río de colores;
paisajista de un alma que no vino
a quedarse en los cuerpos pecadores.
Vibra el látigo añil de los sentidos
mientras sufre la carne que se expresa
en un triste lenguaje de gemidos;
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cazadora del tiempo y de los seres,
debajo de tu piel, se muerde, presa,
la conciencia de todas las mujeres.
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Cambiante
Manejas la pasión, como una espada
y en el fraseo de tu amor y el mío,
eres la ciudadela que asediada
clava más alto el banderín bravio.
Tomas la posición abandonada
cuando finjo olvidarte y cuando ansio
reducirte en un puño aprisionada
desprecias la caricia que te envío.
Y al verte así, un día claudicante
y otro día orgullosa y egoísta
como símbolo fiel de lo cambiante;
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negando todo para darlo luego,
no sé si finges como fina artista
o te deleitas en jugar con fuego.
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£ 1 hijo
£ ON qué fidelidad me diste un hijo,
el primero, más grande más sagrado.
Bello dolor, reir de crucifijo
floreciendo tu cuerpo atormentado.
Lo ambicionaba igual porque era mío
y me lo diste igual, porque era tuyo.
Somos como dos gotas de rocío
que buscamos el canto de tu arrullo.
Vivo en él otra vez, soy infinito
por el milagro de tu entraña sabia
que dió la sangre sin llegar al grito;
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para clamar cual trompo de alegría
por ese nuevo amor, callada savia,
que apaga toda voz, menos la mía.
Campo y ciudad
Ate sus ojos a mis ojos claros
con la viva raíz del corazón
y gozaron las bocas el silencio
porque manó hacia dentro la canción.
Fino cristal donde se endulza el viento,
su voz, era una música serrana
que expresaba la risa o el lamento
como el son natural de la mañana.
La llevé a la ciudad como a la fiesta
y era en mis brazos singular trofeo
conquistado una tarde en la floresta ;
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y al cerrarle el cemento su horizonte,
quiso escuchar con un febril deseo
cómo dialoga el rio con el monte.
80
Naranja
E N esta bella y deslumbrante troja,
se halla la fruta de oro, como emblfema
de la región que el río indio moja
y los fuegos del sol su ambiente quema.
Vino hasta aquí traída por las manos
fle doscientos amigos de la tierra,
amantes del azahar, del fruto hermanos,
con un olor salvaje a monte y yerra.
Ella está aquí de paso. Su destino
la engarza como joya en árbol verde
mientras tira colores al camino;
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para después brindarse como hembra,
al labio que la gusta y que la muerde
gozando del milagro de la siembra.
Sendas de cielo
Y 0 no sé si de mármol o de carne divina
o de esencia celeste con humano temblor,
o un puñado de cielo porcelana de China
o dos sendas de un sueño que tallara el amor
Sólo sé que mi vida tiene ahora un sentido
y mi noche una aurora y mi fuerza un timón;
ya no soy un pedazo de asechanza, vencido,
y en mi pecho de bronce desaté el corazón.
83
Muslos de primavera, tensos como guitarra,
blancas islas que saben el perfume del viento,
seda virgen que siente la pasión de la garra ;
muslos de primavera con dulzura de frutas,
talismanes hallados a la orilla de un cuento
que me dieron el cofre guardador de las rutas.
Romances
Romance de la adolescente
y del amador que espera
A la orilla de tus ojos
quedó el color esperando
y tú no le abriste nunca,
alas breves de tus párpados.
Celeste sombra del día
te acaricia la cintura.
Veinte jacintos la forman
en una danza insegura,
violeta por lo que luce
y verde por lo que oculta.
Hondo ritmo de los senos,
siempre tiene dos preguntas.
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que atajá firme el vestido
para no decirlas nunca.
Ojos, senos y cintura,
muchacha que los disfrutas,
que no dejas al cplor
penetrar con tuz impura
y te entregas a la danza
en una rítmica trunca
y escondes en dulces cestos
cosechas de claras frutas ;
muchacha, de la mirada
que es incierta todavía,
la del paso vacilante
y los sSnos en porfía,
sólo te falta amador
para entregarle los vinos
que en el cristal de tu cuerpo
corren en cauces ceñidos
por la túnica celeste
donde el amor se ha dormido.
Es tiempo que lo despiertes,
lo quiere así tu destino.
Vestido tiene la luna
en sus jardines de lino.
Pide sandalias al viento
conocedor de caminos.
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No necesitas hablarle,
que el amor es intuitivo
y está crecido el silencio
por el agua de tu imagen
que colma el gusto más fino
y que metida en la sangre
desde que tan bienia miro,
la llevo como un paisaje
a] que mis ojos han ido
y del que no regresaron,
exploradores perdidos,
que esperan señales tuyas,
de la niebla de tu olvido.
Juguetes lilas del
Bonetes mas se trae
el cielo esta madrugada.
Por ellos está buscando
cabezas de las montañas.
Llanos solamente encuentra,
cancha para el viento grande
y allá en el gris horizonte,
pininos hace la luna
sobre un muro de pinares,
con unos zancos perfectos
de picos que sobresalen.
Estos bonetes del cielo
que ya no los quiere nadie,
no buscan testas gallardas
en el paisaje distante
y quedan con suave ritmo,
juguetes lilas del aire.
En un país de montañas,
el cielo está sin bonetes,
uniforme, gris, celeste,
sólo nubes generosas
con peines blancos y alegres
decoran cumbres solemnes.
Juguetes lilas del aire,
se van mis ojos, ascienden. . .
92
£1 picaflor y el niño
U N picaflor verdinegro
murió en las manos de un niño.
Llegué, cuando agonizaba
en sus dedos sin delito.
Como un regalo imprevisto
las manos lo hacían añicos
y amenazaban los hombres
con su pico, pardo pico,
fino y largo, largo y fino
tan cerca de los ojitos
apagados, mortecinos,
cual si materializaran
93
La mirada de su dueño,
antes del último guiño
que recogieron los pinos.
El picaflor, montoncito
verdinegro, sin latidos,
que fué un alegre milagro
en la ingénua luz del niño,
se quedaba sin colores
como informe pañuelito.
La muerte los llevó todos,
hasta los que descansaban
en las alas escondidos
y se asomaron dos lágrimas
en las pupilas del niño,
por ese juguete roto
que no hubo comprendido.
La muerte de los colores,
apagados en las plumas
del pájaro verdinegro,
— tierna joyita del aire —
se asomó toda en los ojos
celestes del rubio infante.
94
Desde entonces hallo siempre
más cielo entre sus pestañas
como aquel que contemplamos
herido por los pinares.
95
£ n tu mar
A bordo de tu sonrisa,
remada de alas celestes,
en el mar de tu presencia,
desde el júbilo que crece
por la cadera hasta el labio,
por el hombro al pie tan breve,
viajo todas las mañanas
seguido de gnomos verdes.
Vigía, hasta de mis sueños
que vienen por mar, batidos
hacia tus costas morenas
donde la niebla hizo nido,
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se tenderán una tarde,
por la espuma florecidos,
en playa de muslos claros
y de pensamiento altivo.
Cuéntame la historia tuya,
con la que la mía olvido,
ahora que viajo en la borda
de la ola de tu risa.
Una sola vez me basta,
no te mires el vestido
y enciende todas tus luces,
garganta tienes de lirio,
yo trataré de grabarlas
como un canto en el oído,
donde tengo siempre alerta
mil caracoles marinos.
98
Romance de una
tarde en Salto
E L secreto de la tarde
refugiado está en el círculo
del sol que muere en el río.
Nubes lentas y cercanas
retienen colores vivos
con temor de soledades
en el espacio infinito.
Un copo gris suspendido
en el engarce del aire,
semeja el óvalo fino
de bella amada distante
y enmarcando el expresivo
99
semblante de la adorada,
enjambre de nubecillas
celestes, rubias, doradas
y una golilla violeta
ceñíalas y apretaba.
El sol, moneda de infierno,
hundió gallardo penacho.
Todos los tonos se afinan
hasta rasgarse en el ámbito
y el silencio calza ricas
sandalias de oscuro raso.
Desde el alcor se divisa
quebrando miles de nardos
el río «n su paso elástico
y los finos cuchilleros
en las varas asomados,
con ágiles espadines
horizontes van sangrando
que en las redes de la noche
como peces milagrosos
para siempre se quedaron.
Nace la noche en las copas
de los árboles más altos.
Encienden todos sus faros,
100
bichitos de luz, fantásticos
y sobre el campo en silencio,
corren las sombras, sus zancos.
Un lento ojazo de niebla,
la luna en blanco letargo
como un orfebre ha enjoyado.
Las puñaladas del río
buscan los últimos tonos
de los colores más finos.
La muerte tiñe de plata
los paisajes sorprendidos
y en aluvión, las estrellas
siembran de luz los caminos.
101
Indice
Cantos libres:
Pág.
Arriero del sol 7
La luz en la arcilla 9
Sinfonía de tu nombre 13
Mi juventud, ebria de naturaleza 15
Realidad de un sueño 17
Amanecer 19
Canción que no pudo ser para tí 23
Alucinación >25
Sequía 29
Música 31
Viento Mío 33
Mi corazón recogedor de música 35
Hondura 37
Mujer 39
Junto al mar 41
Pág.
Cinco cantos de despedida a Horacio Qui-
roga 43
Inmigrantes 47
Verde • . . 51
Raíz y estrella 53
Cantares 5$
Espejo 57
Plenitud 59
Sonetos:
Ascensión 65
La luna 67
Los potros 69
Armonía - 71
Piel 73
Cambiante 75
El hijo 77
Campo y ciudad 79
Naranja 81
Sendas de cielo 83
Romances:
Romance de la adolescente y del amador.
que espera 87
Juguetes lilas del aire 91
El picaflor y el niño 93
En tu mar 97
Romance de una tarde en Salto 99